"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

domingo, 31 de enero de 2010

Fin del Sueño de Cristal


Él me miró extrañado. Creo que no entendía que yo no buscaba ese amor, sino otro más fuerte, otro más prohibido.
Un amor que yo no había sentido hasta entonces.
Las dos palabras que pronunció a continuación me golpearon con fuerza, haciéndome sangrar por dentro:
-Te quiero.
Me sobrepuse y, cabizbaja, repliqué:
-Ya. Pero me quieres como a una amiga, como a una hermana quizá…¿no?
Entonces sucedió: se inclinó lentamente hacia mí, tanto que mi aliento entrecortado empañaba su rostro transparente.
Sus labios rozaron suavemente los míos, sólo un momento.
Aquel beso fugaz curó todas mis heridas, cerrando mis hemorragias y llenándome de un torrente de felicidad.
Me quería, de la misma forma que yo le quería a él.
Me dispuse a devolverle el beso, pero en ese momento el sol se asomó, dando paso a un nuevo día, y mi chico desapareció, despidiéndose con una mirada azul.
“Ojala fuera siempre de noche para estar junto a él, ojala el sol no apareciera, no para nosotros…”
Y aquella mañana me desperté nueva. Tenía ganas de gritar, de saltar, de bailar como una loca; me sentía feliz, nerviosa, asustada, decidida, llena de vida y a la vez muerta de cansancio.
Estaba enamorada.

Por fin llegó la noche, la última.
¡Tenía tantas ganas de verlo! ¡Nunca más nos separaríamos! Yo vivía por y para él.
Nada podía salir mal, todo era tan perfecto… Me equivocaba.
Pronto la casa se sumió en el silencio y mi sueño apareció.
-¡Por fin estás aquí! – sonreí.
Desconozco la razón que me impulsó a hacerlo, pero lo hice.
Me abalancé sobre él, buscando refugio en su pecho, abrazándolo con fuerza, estrechándolo entre mis brazos…
Y de repente, mi mundo se rompió en mil pedazos. Él, la razón de mi felicidad, el motivo de mi existencia, se rompió en infinitos pedacitos de cristal, arañando mis brazos, incrustándose en mis piernas.
La felicidad de las horas anteriores se desvaneció dejando paso a un amargo sufrimiento. La oscuridad me rodeó y quedé vacía por dentro.
Aún pude ver como el mar de sus ojos se apagaba y su rostro adoptaba una expresión que mezclaba sorpresa, miedo y dolor.
Esa imagen quedó enganchada en mi retina.
En un segundo recordé millones de momentos que habíamos vivido juntos, y su ausencia se hizo aún más insoportable.
Soledad, tristeza, desasosiego, y un dolor desgarrador que me rompía por dentro.
Recogí parte de su rostro entre mis manos, llenando la cama de sangre, y le susurré al oído, inerte:
-Mi vida no tiene sentido sino puedo vivirla contigo.
Envuelta en lágrimas besé cada uno de los pedacitos, hasta que mis labios perdieron su forma y se tiñeron de rojo, hasta que mi boca supo a sangre y ya no pude gritar más.
Tomé su rostro y lo coloqué sobre mí, apretándolo contra mi pecho, justo encima del corazón.

Me encontraron así, sin vida, con los ojos abiertos e hinchados de tanto llorar, y un gran cristal incrustado en mi corazón.
En un lecho de esquirlas rojas y brillantes, apretando con fuerza los pedazos del que fue mi amor: Mi sueño de cristal.



martes, 26 de enero de 2010

Palabras de Tiza


Cuando nos encontramos ahora por las calles que recorrimos tanto tiempo atrás, vuelvo a verte como la niña que estuvo junto a mí toda una vida.
Me cuesta descubrir en la persona que tengo ante mí esos ojos de color indefinido, esa sonrisa tonta y tu voz, que tanto ha cambiado desde entonces.
¿Qué nos pasó? Nuestros sueños volaron así como nuestra amistad.
Tú tomaste otro camino, te adentraste en esa senda de la que ahora no puedes salir.
Y cuando las malas lenguas hablan de ti, siento que hablan de otra persona diferente a la que yo conocía mejor que a mí misma.
En ese momento recuerdo que ambas sois la misma persona, y aquellos abrazos se me asemejan vacíos y carentes de significado.
No puedo creer que hayas cambiado, que la niña a la que tanto quise desapareciera para siempre, dejándome sola súbita y dolorosamente.
Aquellos viejos tiempos quedaron atrás. Tiempos en los que todo era válido se si sentía de verdad, en los que la palabra siempre acompañaba a nuestros nombres en cada escrito. Tiempos en los que todo era motivo de risa y la felicidad nos arropaba como a las niñas que éramos.
Te odio por aquel golpe, demasiado duro para aguantarlo, pero real.
Te odio por cambiar, por dejar de ser quien eras; me odio por sentirme bien cuando me hablas y por pensar en ti de vez en cuando.
No sé si sabes que mi mundo se rompió, que se desbordaron mis ojos y una pequeña parte de mi alma pura se desgarró.
Tantas veces he callado lo que sentía o pensaba. Tantas veces lloré sin consuelo al ver que te alejabas.
Y aquella niña soberana del mundo, que se convirtió en la persona que soy ahora, tardó demasiado en darse cuenta de que le faltaba algo.
¿Dónde quedaron las niñas que tenían mil razones para reír, siempre juntas?
Se quedaron atrás, allí donde nadie puede encontrarlas, borradas de la memoria como palabras de tiza, juntas para siempre en un rincón sin tiempo.
Nuestra infancia se acabó y Peter Pan volvió al país de Nunca Jamás.
Pero ahora no queda nada de eso. Te saludo, te sonrío como a una más y la niña dentro de mí ya no siente nada. Esa niña dejó de existir hace mucho tiempo y jamás volverá.
Hoy, hace casi dos años desde la última vez que estuvimos juntas de verdad, pero aún recuerdo todo lo que vivimos, que aunque haya desaparecido, fue una vida entera.

jueves, 21 de enero de 2010

Vuela, escapa (:


Porque sé que a veces todo no es suficiente, que esos pequeños granitos de arena forma una montaña que acaba contigo.
De eso se trata: la vida es como una montaña rusa, que sube y baja constantemente, deteniéndose donde menos esperabas.
Yo intento hacer que la tuya esté lo más arriba posible, cerca del cielo, donde los sueños se hacen realidad y lo malo se olvida por un momento.
Porque tengo que recordarte una cosa: aunque la niebla te rodee, aunque esta te ahogue y te quite las ganas para seguir adelante… Aunque ni la mejor de las sonrisas ni las palabras cariñosas te hagan levantar, yo siempre estaré ahí.
Busca mi mano, sabes donde está. Tantea en la húmeda oscuridad y la encontrarás, aguardándote pacientemente, esperando a que la necesites.
Sólo tienes que agarrarte a ella y yo, una vez más, y las que hagan falta, te sacaré de la niebla, de la oscuridad, del pozo oscuro al que llamamos melancolía.
Y cuando tengas miedo, o lo que veas a tu alrededor no te guste, relee estas palabras, recuerda aquellos momentos, o simplemente, llámame.
Iré a donde quiera que estés, y te llevaré en mi globo de colores, ese globo que es palacio de mil y una historias, de sueños, de sonrisas, de miradas emocionadas…
Volaremos juntas otra vez, alzándonos entre las nubes de la felicidad, rozando la euforia con los dedos, bañadas por la intensa luz del sol.
El sol no está ahí para dañarnos, está para recordarnos que aunque a veces no lo veamos, siempre volverá a salir de su escondite e iluminará nuestras vidas.
Y cuando acabe otra tarde de las nuestras, en las que hablamos de todo y nada, tardes que no se olvidan y te abrigan de noche cuando todo cambia… Cuando acabe esta tarde verás que en tu interior algo ha cambiado, y que sonreír es más fácil de lo que parece.
Te lo demostraré siempre que quieras. Siempre.

sábado, 16 de enero de 2010

Atrapados


No puedo creer que estemos aquí. Todos nuestros esfuerzos han sido en vano. Hemos sido capturados y encerrados en una hedionda celda.
Los grilletes me muerden las muñecas y las rodillas me arden al contacto con el suelo roto.
Consigo abrir los ojos y lo veo, enfrente de mí, encadenado y en las mismas condiciones que yo.
Levanta la cabeza con esfuerzo: se ha dado cuenta de que lo estoy mirando. Siempre lo hace.
Esbozamos una sonrisa al mismo tiempo, y por un momento olvido donde nos encontramos y lo que eso implica.
¿Nos interrogarán? ¿sufriremos alguna horrible tortura? ¿o nos matarán sin pensarlo?
-No seas pesimista.- me reprocha, sereno.
-¿Cómo sabes…?
-Lo veo en tus ojos.- me interrumpe.
No puedo evitarlo: sonrío. Me conoce demasiado bien, como yo a él.
Su voz me da un poco de calor, y dejo de tiritar. Hace demasiado frío en esta horrible cueva… no puedo aguantar más.
-Jack… ¿Qué va a pasarnos ahora?
No le permiten responder. Unos pasos se acercan por el oscuro pasillo empedrado, rápidos, hacia nuestra celda.
Entran dos de esos horribles hombres vestidos de rojo y sueltan las cadenas de Jack, agarrándolo con fuerza por sus fuertes brazos.
Jack se revuelve, furioso, y escupe a uno de los hombres, acertándole en el ojo.
-Sucio traidor… Ahora tendrás tu merecido.- ruge éste.
No, no pueden hacerle daño. Intento levantarme pero las sucias cadenas me lo impiden, clavándose más y más en mi carne. Grito, pataleo, lloriqueo como una niña pero no puedo evitar que se lleven a Jack, que grita y no deja de intentar escaparse excepto un instante, en el que me mira y se despide en silencio de mí.
Sus gritos de impotencia y rabia aún reverberan en el pasillo de piedra.
No, no le harán daño. No lo permitiré.

viernes, 15 de enero de 2010

Las palabras mágicas: Te Quiero




Una vez me dijiste que cerrara los ojos y me dejase llevar; que a partir de ese momento no necesitaría ver, sólo sentir...


Yo te repito las mismas palabras ahora.


Deja que tus manos se fundan con mi cuerpo, allí donde siempre deberían estar.


Deja que mis manos se confundan con tu pelo, y bésame.


Bésame como no lo habías hecho nunca, arrancándome la vida y regalándomela al mismo tiempo.


No separes tus ojos de los míos: déjame ver cómo el hielo de tus ojos se enciende y arde, derritiéndose.


Arráncame la piel y te sentirás más vivo que nunca, y yo rozaré el cielo con mis dedos, que sólo nacieron para poder acariciarte.


Entonces, y solo entonces, cuando tu respiración y la mía sean sólo una y nuestros corazones latan a la vez, te diré dos palabras llenas de significado que sé que no olvidarás.

lunes, 11 de enero de 2010

Sueño de Cristal (III)


Una noche, yo estaba agotada y él lo notó. Me instó a dormir un poco, prometiéndome que me despertaría antes de marcharse, para despedirnos.
Yo no quería. Cada momento con él era especial y único.
No recordaba cómo era mi vida antes de que él apareciera, cambiándola para siempre. Finalmente, accedí.
Quería recostarme en su pecho, y dormir abrazada a él.
Le creía, pero temía que, enternecido ante mi rostro dormido, rompiera su promesa.
Pero él se asustó ante esa idea. Olvidaba que era de cristal. Perfecto y bello, pero frágil.
Me imaginé lo que sucedería si mi peso fuera demasiado para su cuerpo quebradizo.
¡No! Era incapaz de imaginar algo así. Era demasiado doloroso.
No soportaba la idea de que él dejara de existir.
Existencia… Ésa era la palabra clave. ¿Existía o era un sueño? Era demasiado real para ser un sueño. Pensaba, hablaba, se movía. Y además era tangible. Recuerdo la primera vez que le toqué.
Su superficie era suave, lisa y perfecta.
Al contrario de lo que yo imaginaba, era cálida y no fría al tacto, como había supuesto.
Pero tampoco podía ser real…
“La existencia de un ser así no puede darse en la naturaleza”- pensé.
No pude seguir pensando.
Me tumbó con cuidado, en la cama, y se tumbó de lado junto a mí. Me pasó la mano transparente por encima, abrazándose a mi cintura, y entrelazó su mano con la mía, despacio, y con mucho cuidado.
Me quedé dormida con su mano sobre la mía.
Caí en picado, atravesando los oscuros límites del subconsciente, y llegué a nuestro prado.
Caminando llegué a nuestra colina, donde hablamos por primera vez.
Una hermosa luna llena reinaba en el cielo.
Me acosté en la hierba húmeda, con las manos detrás de la cabeza, como le gusta hacerlo a él.
Él… en el mundo fantástico no había leyes de ningún tipo, y la sensación embriagadora de los sentimientos se multiplicaba en aquel lugar mágico.
Mi corazón, sabedor de esta ventaja, latió desacompasado al pensar en el chico que velaba mi sueño.
Desde que lo había encontrado ya nada era igual. Ahora sólo importaba él. No se lo había dicho, pero me hubiera encantado que los días no existiesen, sólo las noches, para no tener que separarme de él.
Me daba miedo que se acabara algún día. Me aterrorizaba la idea de despertarme una noche sin haberla pasado con él. No sabía cuánto podía durar aquel sueño. Él decía que siempre. Y siempre es siempre.
Me dejé envolver por el suave recuerdo de su sonrisa, sus ojos, sus palabras… me mecí despacio, arropada por el sonido de su voz…
De repente algo se rompió. La tranquilidad en la que me encontraba se vio alterada por el sonido del cristal al resquebrajarse.
Volví al mundo real y desperté. No tendría que haberlo hecho.
El tiempo se detuvo, y un nudo molesto y tirante se formó en mi garganta.
Posé mi vista mojada en su mano, o mejor dicho, en lo que quedaba de ella.
Sin querer había apretado demasiado y se había roto. Mi sueño comenzaba a hacerse pedazos.
Apenas me percaté de que me hablaba, tranquilizándome con su preciosa sonrisa. Quise lanzarme sobre él, abrazarlo con fuerza para que nunca se fuera, para olvidar lo sucedido, para sentirme mejor…

Y llegó el momento tan temido. La primera noche en mucho tiempo que pasaría sin él.
Fue peor de lo que pensaba. Todo se volvía monótono y frío en su ausencia. No podía dejar de pensar en él, en los ratos juntos, preguntándome cuándo volvería a verlo, si estaría mejor, si había sido grave o podría recuperarse.
Pasaron días y días, y cada hora era un golpe más para mi cuerpo cansado. Un golpe seco, duro, repetitivo.
¡No aguantaba más! Quería verle, besar su mano hecha añicos y explicarle cuánto me dolía su ausencia.
Cuando llegó una noche más y las ganas de verle fueron tan fuertes que creí que no podría aguantar mucho más sin verle, apareció de nuevo.
Había olvidado lo hermoso que era. Teniendo en cuenta nuestro último encuentro no sabía muy bien cómo dirigirme hacia él. ¿Estaría enfadado? Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro mientras descifraba mis pensamientos. Supe que no.
Y, como tantas otras veces, me narró mil historias, describiéndome los personajes y lugares como si él mismo hubiera estado allí.
Pero aquella noche fue diferente.
Cambió de tema y tocó otro, delicado y tentador. Nosotros.
Me explicó que no le había molestado aquel incidente, pero me advirtió también que debíamos tener cuidado, no debía olvidar de dónde provenía, y lo más importante: de qué estaba hecho.
Había curado su mano, pero una cicatriz la recorría ahora. Una cicatriz que no se iría nunca, como tampoco se marcharía el sentimiento de culpa que se agazapaba en mi interior.
Sin embargo, este sentimiento se vio desplazado por la aparición de uno nuevo, emocionante, poderoso e inquietante.
Todavía recuerdo sus palabras:
-Creo que aún no entiendes lo que significas para mí, lo que me importas.
Daría mi mundo entero por una de tus sonrisas, una sola de esas sonrisas que me hacen perder la noción del tiempo cuando estoy contigo, que me recuerdan lo maravilloso que puede ser el mundo.
Te quiero, criatura. Te daría hasta mi alma, si tuviera.
No supe responder. Dejé que mis pensamientos fluyeran hasta él, diciéndole sin palabras que yo sentía exactamente lo mismo, pero de otra manera.
Yo le amaba como algo único e imprescindible para vivir, como se ama a la razón de tu felicidad, aquella que te roba una sonrisa nada más pensar en ella.
-No necesito tu alma… Yo… yo me conformo con tenerte aquí, conmigo…- lo pensé un instante.- Gracias por quererme.- sonreí con tristeza.

martes, 5 de enero de 2010

He vuelto


Llego a casa y me siento como flotando en una nube, ligera y blanca.
Mi cabello oscuro cae desordenadamente, enmarcando mi cara sonriente.
Ese brillo en mis ojos y mis labios enrojecidos no dejan lugar a las dudas. Huelo a él, a sus besos.
¡Lo he echado tanto de menos!
Sus ojos hechos de cieloy su gran sonrisa.
Su pelo suave y rubio, sus manos fuertes y su voz en mi oído.
Su olor, profundo y fresco, dulce y envolvente.
Todo en él he añorado.

lunes, 4 de enero de 2010

Sueño de Cristal (II)


A la noche siguiente, no soñé con Él, y mis sueños me parecieron tristes y oscuros.
Pasaron los días y mi fantasía no volvía.
Me obsesioné con el chico de cristal y no podía pensar en otra cosa. ¿Por qué no volvía? En ese momento, más que nunca, supe que había sido un sueño.
Intenté olvidarlo. Pero me fue imposible.
Una semana después del último sueño, cuando apagué la luz y me dispuse a dormir, sin esperanzad de volverlo a ver, un ruido me hizo abrir los ojos.
Me incorporé y tanteé la pared, buscando el interruptor.
Pero él fue mas rápido. Encendió la pequeña lámpara de mi mesilla.
Verlo allí, en mi habitación, era más extraño aún que verlo en el mundo de los sueños.
Podía ver a través de él. Pero las cosas no se veían igual. A través de su cuerpo perfecto y transparente todo se veía más brillante, más hermoso.
Se sentó junto a mí, en mi cama.
-Vuelves a poner esa cara. ¿Qué pasa? ¿No querías verme?
Su voz me devolvió a la realidad.
Me había quedado sin palabras. ¿Cómo podía estar allí? ¿Estaba dormida? No recordaba haber cerrado los ojos más de un minuto…
¿Qué importaba eso? Estaba conmigo. Había llegado a pensar que no volvería a verlo.
Me hice a un lado para dejarle más espacio.
Parecía tan real… las sábanas se aplastaban allí donde estaba su cuerpo, adoptando su silueta.
Pareció notar mi incomodidad ante aquel silencio, porque volvió a hablarme del mundo de los sueños.
Esta vez no hubo secretos. Me contó su historia, nuestra historia.
-Fui creado con un fin. Ser tu sueño y desvelarte los misterios de mi fantástico mundo. A partir de ahí, ya lo sabes todo. Me encontraste y ahora puedes soñar conmigo siempre que quieras. Vendré cada noche si así lo deseas.
Me explicó que no pude soñar con él durante aquella semana porque estuvo ocupado rompiendo las cadenas que lo ataban a aquel prado, para poder visitarme.

El tiempo a su lado volaba.
Pronto el cielo empezó a clarear y mi sueño, mi ángel de la guarda, mi locura y mi obsesión se fue, dejándome con una sensación nueva, vibrante.
Me dormí pensando en él, y en lo afortunada que era por tenerlo.
¿Me merecía todo aquello? Yo no era lo que se dice una chica con demasiada autoestima…

A partir de entonces, Él me visitaba cada noche. La noche transcurría acompañada de historias, secretos y mucha, mucha felicidad.
Nunca me había sentido tan feliz.
Me pasaba el día cansada, porque de noche me dedicaba a estar con mi sueño, mi sueño de cristal.
Los días se hacían eternos, deseando que anocheciera. Mi vida giraba totalmente en torno a él.