Una gorra rosa, a merced de las olas y de sus caprichos salados, se dejaba mecer en la orilla. Resultaba evidente que llevaba allí poco tiempo, y que alguien la había olvidado sobre la arena. Fue un muchacho moreno de ojos grises quien la encontró:
-Mira. ¿De quién es esto?
-Solo conozco a alguien que sería capaz de llevar eso.
-Enma.
El otro muchacho asintió con la cabeza, y el chico moreno dejó caer la gorra en la arena, con indiferencia.
¿A quién le importaba la gorra rosa e infantil de Enma? A nadie. Si se hubieran molestado en conocerla sabrían que ella no dejaría su gorra en la arena mojada sin una razón.
Sentada en aquella roca oscura, apartada de sus compañeros, Enma observaba el agua transparente, con la mirada perdida…
Se había dado cuenta. Su vida no tenía sentido, llevaba dieciséis años engañada, creyendo que tarde o temprano encontraría sonrisas de verdad, o un lugar donde se sintiera bien.
Había crecido en una casa en silencio, entre personas que dedicaban su tiempo y dinero en seguir adelante, muy poco a poco. Apenas podía recordar los abrazos que su madre le había dado, y las caras de sus hermanas eran sólo espejismos de una ilusión perdida hacía tiempo. Su padre las había abandonado cuando ella sólo tenía unos meses. Jamás lo conoció, jamás lo echó de menos. Ella no era más que otra boca que alimentar, una fuente de gastos innecesarios que apretaban aún más la vida de los de su entorno.
Nunca había tenido amigos de verdad. Cuando era pequeña conoció a una niña que le cogió cariño rápidamente, y durante unos cinco cursos, Enma fue feliz. Pero a los 12 años tuvieron que separarse, y volvió a estar sola.
Enma no hablaba mucho, y cuando lo hacía no levantaba nunca la voz, miraba al suelo y se retorcía las manos.
No hubo nadie a su lado cuando necesitó un abrazo, o un simple apoyo. La mirada vacía de su madre formaba parte de su día a día.
A pesar de todo esto, Enma guardaba una pequeña esperanza, de un verde desvaído, encarcelada en su corazón. Las cosas tenían que mejorar, algún día su vida daría un pequeño giro…¿no?
No. Las cosas nunca cambiarían para ella. Miró a sus compañeros de clase, que tiraban piedras al mar, haciéndolas rebotar sobre el agua. Más de una la golpeó, haciéndole daño en las piernas, pero ninguno se molestó en pedir perdón, y ella tampoco se inmutó. Mientras sus compañeros reían, ella apartaba la vista de su alma, que se vació lentamente, hasta desmoronarse.
Retuvo sus lágrimas ante la verdad, que la golpeaba, implacable, dejándola aún más rota.
Nadie conoció jamás sus sentimientos, ni su manera de pensar. Tan sólo era un ser sin importancia, feo y desgarbado. Su sonrisa, demasiado grande, se apagó para siempre aquel día catorce de mayo.
Se dejó caer al mar oscuro, que se tragó su cuerpo rodeado de espuma. Observó con los ojos abiertos cómo más y más agua se interponía entre la fría realidad y ella, mientras su ropa se adhería a su cuerpo delgado.
Nadie se dio cuenta de su ausencia. Sus compañeros volvieron al autobús, dejando en la orilla la gorra sucia. Su madre sintió un gran alivio, y vendió todas sus cosas, obteniendo bastante dinero.
Sólo el cielo gris lloró su muerte, dejando caer sus lágrimas sobre el lugar donde yacía su cuerpo encogido.
-Mira. ¿De quién es esto?
-Solo conozco a alguien que sería capaz de llevar eso.
-Enma.
El otro muchacho asintió con la cabeza, y el chico moreno dejó caer la gorra en la arena, con indiferencia.
¿A quién le importaba la gorra rosa e infantil de Enma? A nadie. Si se hubieran molestado en conocerla sabrían que ella no dejaría su gorra en la arena mojada sin una razón.
Sentada en aquella roca oscura, apartada de sus compañeros, Enma observaba el agua transparente, con la mirada perdida…
Se había dado cuenta. Su vida no tenía sentido, llevaba dieciséis años engañada, creyendo que tarde o temprano encontraría sonrisas de verdad, o un lugar donde se sintiera bien.
Había crecido en una casa en silencio, entre personas que dedicaban su tiempo y dinero en seguir adelante, muy poco a poco. Apenas podía recordar los abrazos que su madre le había dado, y las caras de sus hermanas eran sólo espejismos de una ilusión perdida hacía tiempo. Su padre las había abandonado cuando ella sólo tenía unos meses. Jamás lo conoció, jamás lo echó de menos. Ella no era más que otra boca que alimentar, una fuente de gastos innecesarios que apretaban aún más la vida de los de su entorno.
Nunca había tenido amigos de verdad. Cuando era pequeña conoció a una niña que le cogió cariño rápidamente, y durante unos cinco cursos, Enma fue feliz. Pero a los 12 años tuvieron que separarse, y volvió a estar sola.
Enma no hablaba mucho, y cuando lo hacía no levantaba nunca la voz, miraba al suelo y se retorcía las manos.
No hubo nadie a su lado cuando necesitó un abrazo, o un simple apoyo. La mirada vacía de su madre formaba parte de su día a día.
A pesar de todo esto, Enma guardaba una pequeña esperanza, de un verde desvaído, encarcelada en su corazón. Las cosas tenían que mejorar, algún día su vida daría un pequeño giro…¿no?
No. Las cosas nunca cambiarían para ella. Miró a sus compañeros de clase, que tiraban piedras al mar, haciéndolas rebotar sobre el agua. Más de una la golpeó, haciéndole daño en las piernas, pero ninguno se molestó en pedir perdón, y ella tampoco se inmutó. Mientras sus compañeros reían, ella apartaba la vista de su alma, que se vació lentamente, hasta desmoronarse.
Retuvo sus lágrimas ante la verdad, que la golpeaba, implacable, dejándola aún más rota.
Nadie conoció jamás sus sentimientos, ni su manera de pensar. Tan sólo era un ser sin importancia, feo y desgarbado. Su sonrisa, demasiado grande, se apagó para siempre aquel día catorce de mayo.
Se dejó caer al mar oscuro, que se tragó su cuerpo rodeado de espuma. Observó con los ojos abiertos cómo más y más agua se interponía entre la fría realidad y ella, mientras su ropa se adhería a su cuerpo delgado.
Nadie se dio cuenta de su ausencia. Sus compañeros volvieron al autobús, dejando en la orilla la gorra sucia. Su madre sintió un gran alivio, y vendió todas sus cosas, obteniendo bastante dinero.
Sólo el cielo gris lloró su muerte, dejando caer sus lágrimas sobre el lugar donde yacía su cuerpo encogido.
El mar siempre llora las ausencias,y más las de gente como Enma.
ResponderEliminarBesos!
Pobre Enma... no merecía una vida así, nadie merece algo así
ResponderEliminarQue intenso mmi querida Euforia... realmente me dejas con la piel en un hilo y el alma arrugada.... eres increible preciosa, ya extrañaba leerte. besitos
ResponderEliminarOh! no.. que historia tan triste. No puedo creer que una Madre se alegre de que sus hijos no vuelvan :(
ResponderEliminarMe voy con el corazón apachurrado :(
Abrazos lejanos
Mar
Es una preciosidad de texto, me encanta... yo una vez escribí una cosa parecida, a ver si la rescato y te lo enseño.
ResponderEliminarMe gusta tu blog, te sigo!
Que triste...
ResponderEliminarPero mas alla de eso me gusto mucho.
No se porque, me lo imagine como una pelicula
Besos!
Que triste,pero hermoso a la vez.
ResponderEliminarMIl besitoss azules :)
"Las historias mas tristes son las mas hermosas",escuche una vez a sabiana decir por la radio,y tiene razon.Siempre lo digo
ResponderEliminarMe encanto.
Un beso enorme
Suerte :)
Has logrado que me emocione.
ResponderEliminarMe e sentido muy identificada, pero yo creo que debería de luchar, yo creo que a alguien le importaría su vida, o por lo menos...yo lo espero.
Gracias por tu ayuda.
Hasta me dieron escalofrio; que mal para Enma, lo peor es que esto muchas veces si es real.
ResponderEliminarQue bonito y que triste final.
Que triste relato por dios, me dio una pena Enma , porque más allá de que las palabras demuestran una cruda realidad de como son las personas con seres como Enma, me dolió, muchas veces me he sentido así, pero por suerte no todo está perdido.
ResponderEliminarSabes? me gustaria que si algún dia puedas... me digas si esto esta basado en algún hecho verdadero.
Por cierto, esa bailarina de la que hablaba en el texto de mi abuela, la tiene mi tia, pero algún día, no muy lejano, se la voy a robar jajaja.
Besos!
pd: Estaré esperando tu escrito:)^^
Dios mío! Qué bonito! No he leído nada más triste ni más perfecto^^ Nunca me he atrevido a hablar sobre la muerte en mi blog tan directamente, por miedo a pasarme, pero esto es sencillamente maravilloso. Pobre Enma :( Cada vez escribes mejor, estoy segura de que es la práctica :)
ResponderEliminarTequiero
Tenes un premio en mi bloog!(:
ResponderEliminarme encanta lo que escribes!
ResponderEliminarla foto es fantastica realmente.
un saludo desde la lejania.
La alegria de las madres tiene recovecos impensados
ResponderEliminarbesos
druida
No, la frase la escribí yo. Me vino a la cabeza, sin más... será porque necesito que a alguien le suenen los latidos más alto!
ResponderEliminarTu, sigues escribiendo tan bonito como siempre.
Un besoo, gracias por visitarme! :)