Mirase adonde mirase, allí estaba él.
Los prados infinitos y el dulce olor a hierba recién cortada no conseguían hacerme pensar en otra cosa.
Si alguien me hubiera dicho que Ian sólo fue un sueño, una parte de mí se lo hubiera creído. Era propio de mí imaginarme un mundo perfecto, donde la ley de la gravedad es quebrantable y el amor triunfa al final. Su dedo en alto, señalando las estrellas; sus ojos claros y su sonrisa franca no podían ser reales. Y, sin embargo, no podía ser un sueño, pues yo experimentaba un profundo vacío que me indicaba la falta de algo, algo esencial.
Apenas podía frenar el impulso de recorrer de una vez los kilómetros que nos separaban, para demostrar que todo era cierto.
La niebla blanca lamía los altos de las montañas, y por un momento creí que era a causa de esa neblina, que había calado en mí y emborronaba mis recuerdos.
Real o no, lo añoraba. Contaba los días para que acabasen las vacaciones de verano. Ese verano descubrí que la gente cambia, y mucho. Sobre todo aquellas personas que mejor creías conocer, incluyendo a uno mismo. ¿Habría cambiado Ian? Esperaba que no.
Era muy difícil encontrar a alguien ideal, alguien de quien no cambiarías absolutamente nada.
Lo echaba de menos… Nada conseguiría borrar la impronta de sus manos cálidas en mi cuerpo, ni el peso de sus labios en mi corazón.
Una vez le dije que había sido el único que había recorrido la senda de mi corazón, el único que había llegado al final del camino. En el instante en el que Ian llegó, sentí como la senda se borraba poco a poco, hasta desaparecer. Nadie más podría intentarlo.
Tenía un poco de miedo de no reconocerme en sus ojos, de no perderme en su voz. La distancia había hecho que me volviera más escéptica, pero no dudaba de mis sentimientos. Sólo necesitaba ver a Ian para dejar atrás mis dudas.
Sólo faltaban dos días…
Pero en fondo, lejos de la razón y el deber, no tenía miedo. Lo amaba, y de verdad. Esa parte de mí no tenía dudas de que seguiría siendo así. Mi sueño había sido siempre el de volar, y sus ojos eran los únicos que me prometían el cielo.
Los prados infinitos y el dulce olor a hierba recién cortada no conseguían hacerme pensar en otra cosa.
Si alguien me hubiera dicho que Ian sólo fue un sueño, una parte de mí se lo hubiera creído. Era propio de mí imaginarme un mundo perfecto, donde la ley de la gravedad es quebrantable y el amor triunfa al final. Su dedo en alto, señalando las estrellas; sus ojos claros y su sonrisa franca no podían ser reales. Y, sin embargo, no podía ser un sueño, pues yo experimentaba un profundo vacío que me indicaba la falta de algo, algo esencial.
Apenas podía frenar el impulso de recorrer de una vez los kilómetros que nos separaban, para demostrar que todo era cierto.
La niebla blanca lamía los altos de las montañas, y por un momento creí que era a causa de esa neblina, que había calado en mí y emborronaba mis recuerdos.
Real o no, lo añoraba. Contaba los días para que acabasen las vacaciones de verano. Ese verano descubrí que la gente cambia, y mucho. Sobre todo aquellas personas que mejor creías conocer, incluyendo a uno mismo. ¿Habría cambiado Ian? Esperaba que no.
Era muy difícil encontrar a alguien ideal, alguien de quien no cambiarías absolutamente nada.
Lo echaba de menos… Nada conseguiría borrar la impronta de sus manos cálidas en mi cuerpo, ni el peso de sus labios en mi corazón.
Una vez le dije que había sido el único que había recorrido la senda de mi corazón, el único que había llegado al final del camino. En el instante en el que Ian llegó, sentí como la senda se borraba poco a poco, hasta desaparecer. Nadie más podría intentarlo.
Tenía un poco de miedo de no reconocerme en sus ojos, de no perderme en su voz. La distancia había hecho que me volviera más escéptica, pero no dudaba de mis sentimientos. Sólo necesitaba ver a Ian para dejar atrás mis dudas.
Sólo faltaban dos días…
Pero en fondo, lejos de la razón y el deber, no tenía miedo. Lo amaba, y de verdad. Esa parte de mí no tenía dudas de que seguiría siendo así. Mi sueño había sido siempre el de volar, y sus ojos eran los únicos que me prometían el cielo.
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Ya he vuelto! :) gracias por vuestros comentarios y disculpad mi ausencia.