"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

martes, 22 de marzo de 2011

Érase una vez...


Como en una rápida secuencia de fotogramas, nuestras vidas danzaron, fugaces, ante nuestros ojos, hasta entrelazarse con fiereza una noche de septiembre.

No sabría decirte cuándo lo supe exactamente. ¿Quizá dos días después, cuando mi joven corazón, al verte, me traicionó, desbocándose como un loco? Aquella fue la primera señal, una de tantas que intenté reprimir, sin éxito.
Pero nuestras miradas no se comprendían del todo aún, y no supimos verlo todo. ¡Qué fácil hubiera sido ir directamente al grano! Eso nos hubiera ahorrado unas pequeñas dosis de sufrimiento. Pero en esta vida hay que sentir de todo un poco, y creo que no nos perjudicó tanto. ¿Me habría parado a pensar en tus ojos cristalinos tanto tiempo si no provocaras en mí una especie de pinchazo en el alma cada vez que sonreías?
No podía dejar de preguntarme por qué tú, por qué yo, y no me daba cuenta de lo insulso de aquellas preguntas. El tejido de los sueños nos ofreció ese momento de magia, donde el bien y el mal se apartan a un lado, aunque por poco tiempo. Nos dejamos envolver por su tela suave y desnudé mi alma salvaje por primera vez y sin saber que lo hacía. Besarte fue el mejor de los pecados.
Ahora todo eso nos parece lejano, como el comienzo de un cuento maravilloso con su correspondiente moraleja. “Érase una vez…”

Las lágrimas desbordan mis ojos marrones, pues soy incapaz de retenerlas. Como no quiero preocuparte, les ordeno en silencio que no se desvíen hacia tu jersey azul, y me obedecen en el último momento, resbalando por mi cuello y apagándose en el cuello de mi camisa como las últimas notas de una canción.
Tú tienes los ojos cerrados y no pareces percatarte del ritmo surrealista de mi corazón, que se encoge para acallar su ruido, sin conseguirlo. Pero sí me notas temblar, y me abrazas con mucha fuerza, como tú sabes, hasta dejarme casi sin aire.
Mi cara, seca, se acurruca en la curva de tu cuello, su lugar favorito. Ese olor que me volvió loca desde el primer momento me empapa y mis labios no pueden evitar estirarse perezosamente para rozar tu piel.
Me miras, y no llegas a comprender qué hay de raro en mis ojos. No te das cuenta que no estoy aquí, sino muy lejos… allí donde todo comenzó.
“… y aquella historia que en un principio sólo duraría hasta media noche, acabó durando toda una vida.”
***
Como esta entrada habla de una persona muy importante, y hoy cumple años otra de esas personitas imprescindibles para mí, le dedico un pequeño espacio.
Felicidades, Liss :) ¡Que cumplas muchísimos más!