"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

lunes, 25 de octubre de 2010

Wicked Game (II)

El recuerdo rojo me abandonó de repente. Se marchó, como cuando alguien sube con fuerza la persiana, alumbrando tu sueño con demasiada claridad, interrumpiéndolo. Me encontré de rodillas en el suelo, cegada por la realidad.
Había sido el peor error de mi vida. ¿De verdad creía que separándome de él viviría una vida completa? Sí, lo creía. Pero no fue así.
Su ausencia me había dolido desde el principio, y poco a poco dejé de hablar con mis amigos, dejé de salir a la calle.
Me concentraba en los idiomas y estudiaba muchas más horas de las necesarias. Los profesores de la universidad se habían preocupado un poco por mí, pero no podían dejar de felicitarme por mis buenas notas.
¿Y todo para qué? Me sentía completamente vacía. Podía describir perfectamente cómo me sentía en cuatro idiomas diferentes, pero eso no lo hacía más llevadero.
Me levanté lenta, pesadamente, y recogí mis dudas. Ahora ya no quedaba ninguna: me había equivocado. Dejarle había sido lo peor que podría haberlo hecho. Buscaba evadirme del amor y tener una vida social más amplia y había conseguido lo contrario. Nadie quería acercarse a esa chica paliducha y sabelotodo.
Decidí volver a casa por el camino más largo. De camino al paso de cebra, saqué el móvil y marqué su número. No lo había olvidado. No… mejor no: él ya me habría rehecho su vida. No se lo reprochaba. Él podría encontrar a quien quisiera, y seguramente a estas alturas volvía a estar enamorado.
Esperé a que el semáforo se pusiera en verde y el muñequito comenzara su caminar frenético hacia ningún lugar.
Por esa acera solíamos volver a casa después de cenar en el otro extremo de la ciudad… Allí nos sentamos aquella vez, riendo como locos. La risa que solía caracterizarme se había roto, y solo quedaba el reflejo de lo que algún día fue; solo quedaba una triste sonrisa torcida. No había vuelto a tener aquellos ataques de risa que me dejaban sin aliento y con las costillas doloridas.
El rojo pasó a ser verde y la sangre se congeló en mis venas. Ian estaba frente a mí, sólo nos separaba una carretera gris, tan gris como los seiscientos cincuenta y tres días en los que le había echado tanto de menos.
Me quedé paralizada, la cabeza me daba vueltas, las letras de una canción resonaban con fuerza… Simplemente esperé a que él cruzara y me viera.
Sus ojos azules se oscurecieron al verme, como cuando escondían algo. ¿Rencor, quizá?
Susurró un "Hola". Intenté responder, pero no pude. Estaba tan guapo como siempre. Sobre el viento fresco resbalaba su olor, el que quedaba impregnado en mi ropa cada fin de semana. Inhalé, como se inhala la sustancia a la que estás irrevocablemente enganchado, entregando cada fibra de mi ser.
Murmuró una palabra, sólo una.
-Ellen.
-…Ian.
Ian no pudo evitar sonreír, aunque con tristeza, y yo lo imité sin darme cuenta.
Abrió los brazos y me preguntó, avergonzado:
-¿Puedo?
¿Qué si podía qué? Me daba igual. Tenía toda la razón del mundo cuando me dijo que volveríamos a encontrarnos, que no sería tan fácil olvidarle. ¿Él lo habría hecho? Ajeno a mis pensamientos, tradujo mi silencio como un “sí” y me abrazó con timidez. Dios mío… Había olvidado lo bien que me sentía cuando me refugiaba en mi lugar favorito. ¿Cómo había podido olvidarlo? Cuando pasó el primer año, intentaba recordarlo cada noche, pero la sensación se alejaba cada vez más, como cuando caminas hacia un arcoíris.
Él respiraba entrecortadamente. Cuando se separó de mí, vislumbré un destello plateado en su cuello. ¿Una alianza de su nuevo amor? Mi corazón ahogó un grito. Ian se dio cuenta de que lo miraba fijamente; siempre se daba cuenta de esas cosas.
Sostuvo el colgante en alto y mis rodillas flaquearon, débiles antes el peso que debían soportar. Era el símbolo celta que yo le había regalado en nuestro primer aniversario. Uno igual que el mío, que reflejaba mi afición por el mundo celta.
No pude más. Todas las preguntas que me recorrían de arriba abajo se transformaron en una, la más importante:

-¿Por qué lo llevas puesto?

No tenía sentido.
Ian soltó el colgante de plata, me miró directamente a los ojos, y confesó aquello que llevaba guardado desde hacía casi dos años. Pronunció las palabras que resquebrajaron el muro que yo había construido alrededor de mi corazón, sin miedo, seguro de sí mismo.

-Porque nunca he dejado de quererte.

Gracias a todos los que habéis estado ahí. Con esta segunda parte intento volver casi del todo a Palacio, dejando atrás todo lo malo. Gracias a Ian me dejaré llevar por la euforia, y olvidaré aquello que me quitaba energía y tiempo. A veces la amistad, como el amor, se acaba.

10 comentarios:

  1. (Cuanta nostalgia, Euforia)

    Qué decirle.
    A veces todo final, es la puerta de un principio.

    La euforia puede ser un buen motor.
    (No se deje caer)

    Siga por la senda de lo que le hace bien.

    Saludos.

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  2. "Porque nunca he dejado de quererte" WOW!!!

    ¿Sabes? Es mejor así... dejar atrás todo lo malo. Dejarse embriagar por la euforia.

    Me queda un triste saborcito de nostálgia, pero confio en que, una vez que estés en ese Palacio, la energía y el tiempo sean más abundantes para consuelo de nuestras pupilas :]

    Un abrazo señorita escritora, eres de lo mejor que hay por la Blogosfera.
    Mis cariños,
    Mar

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  3. Hermoso
    Hermoso saber que tanto dolor,ahora,puede desvancer
    Un beso
    Suerte♥

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  4. Hola! Ps te sere sincera no eh leido el cap! pero lo leere es una promesa, por que si me esta llamando la atencion solo que tengo ya que irme! bueno ahora te sigoo adios!

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  5. Necesitaría palabras para describirlo :)

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  6. ai muchas gracias de verdad
    tus historias también enganchan! me gustan ^^
    muua :*!

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  7. Siento no haberte comentado antes es que simplemente no sabía como hacerlo... Es una historia realmente enternecedora, me encanta :)
    Parece que el tal Ian ese es un partidazo. Espero que él te haga feliz y que lo supereis TODO juntos..
    Besos tan dulce como mi pena
    un abrazo!

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  8. me preguntaron que haria sin ella y la respuesta fue simple..
    respirar: por inercia ..

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  9. Tiene que acabar bien :) Nunca te habrás equivocado si sigues tu corazón^^
    Voy a la siguiente entrada y ya estoy al día :)

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Empaña las paredes de mi palacio con tu voz, y escribe en el cristal tu nombre :)