"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

domingo, 30 de mayo de 2010

Huele a verano

Huele a verano, a calor, a ilusiones bajo el sol de julio.
Los pájaros vuelan junto a mi ventana, libres, girando en el aire, dominándolo.
Así éramos nosotras… nos soltaron en la brisa de verano y dominamos el mundo. Noches interminables surcando el cielo, alcanzando las estrellas, sonriendo a la luna.
Cada tarde, en el mismo sitio y a la misma hora, comenzábamos un recuerdo imborrable, guardado para siempre en un álbum rojo de pastas negras.
Pasábamos el día sin hacer nada, haciendo el tonto, tumbadas en el césped y mirando al cielo, aquél que se rendía a nuestros pies. No nos conformábamos con vivir.
Libres para encontrar nuestro lugar y nuestro camino a seguir; un camino ancho y difícil, con pequeños baches que nunca acabaron con nosotras. Un camino que hemos de caminar descalzas, ya que el mérito es mayor si la dificultad es grande. Y así era.
Noches rodeadas de gente, dejándonos llevar por esa canción que escribió el “Érase una vez” en nuestras vidas. No intentamos ser perfectas, no merecía la pena. Tampoco lo necesitábamos.
Cámara en mano, creábamos historias salidas del cielo azul, de las nubes, de mi debilidad.
La emoción de cada noche, el frenesí, las risas en aquella plaza…
El helado de chocolate, de nata con nueces, una limonada bien fresquita.
Quiero volver a esos días. Volver a reír sin parar, a hacer la loca por la alameda sin importarme lo que piensen los demás. Sólo me importaban los de verdad, los que compartían mis días, anochecer tras anochecer.
Quiero soñar que puedo volver a volar, siendo el cuarto pájaro negro en alzar el vuelo, siguiendo a los otros tres. Robar besos a la oscuridad, imitar el parpadeo de las estrellas al brillar. Quiero otro verano.

domingo, 23 de mayo de 2010

Enma


Una gorra rosa, a merced de las olas y de sus caprichos salados, se dejaba mecer en la orilla. Resultaba evidente que llevaba allí poco tiempo, y que alguien la había olvidado sobre la arena. Fue un muchacho moreno de ojos grises quien la encontró:
-Mira. ¿De quién es esto?
-Solo conozco a alguien que sería capaz de llevar eso.
-Enma.
El otro muchacho asintió con la cabeza, y el chico moreno dejó caer la gorra en la arena, con indiferencia.
¿A quién le importaba la gorra rosa e infantil de Enma? A nadie. Si se hubieran molestado en conocerla sabrían que ella no dejaría su gorra en la arena mojada sin una razón.

Sentada en aquella roca oscura, apartada de sus compañeros, Enma observaba el agua transparente, con la mirada perdida…
Se había dado cuenta. Su vida no tenía sentido, llevaba dieciséis años engañada, creyendo que tarde o temprano encontraría sonrisas de verdad, o un lugar donde se sintiera bien.
Había crecido en una casa en silencio, entre personas que dedicaban su tiempo y dinero en seguir adelante, muy poco a poco. Apenas podía recordar los abrazos que su madre le había dado, y las caras de sus hermanas eran sólo espejismos de una ilusión perdida hacía tiempo. Su padre las había abandonado cuando ella sólo tenía unos meses. Jamás lo conoció, jamás lo echó de menos. Ella no era más que otra boca que alimentar, una fuente de gastos innecesarios que apretaban aún más la vida de los de su entorno.
Nunca había tenido amigos de verdad. Cuando era pequeña conoció a una niña que le cogió cariño rápidamente, y durante unos cinco cursos, Enma fue feliz. Pero a los 12 años tuvieron que separarse, y volvió a estar sola.
Enma no hablaba mucho, y cuando lo hacía no levantaba nunca la voz, miraba al suelo y se retorcía las manos.
No hubo nadie a su lado cuando necesitó un abrazo, o un simple apoyo. La mirada vacía de su madre formaba parte de su día a día.
A pesar de todo esto, Enma guardaba una pequeña esperanza, de un verde desvaído, encarcelada en su corazón. Las cosas tenían que mejorar, algún día su vida daría un pequeño giro…¿no?
No. Las cosas nunca cambiarían para ella. Miró a sus compañeros de clase, que tiraban piedras al mar, haciéndolas rebotar sobre el agua. Más de una la golpeó, haciéndole daño en las piernas, pero ninguno se molestó en pedir perdón, y ella tampoco se inmutó. Mientras sus compañeros reían, ella apartaba la vista de su alma, que se vació lentamente, hasta desmoronarse.
Retuvo sus lágrimas ante la verdad, que la golpeaba, implacable, dejándola aún más rota.
Nadie conoció jamás sus sentimientos, ni su manera de pensar. Tan sólo era un ser sin importancia, feo y desgarbado. Su sonrisa, demasiado grande, se apagó para siempre aquel día catorce de mayo.
Se dejó caer al mar oscuro, que se tragó su cuerpo rodeado de espuma. Observó con los ojos abiertos cómo más y más agua se interponía entre la fría realidad y ella, mientras su ropa se adhería a su cuerpo delgado.

Nadie se dio cuenta de su ausencia. Sus compañeros volvieron al autobús, dejando en la orilla la gorra sucia. Su madre sintió un gran alivio, y vendió todas sus cosas, obteniendo bastante dinero.
Sólo el cielo gris lloró su muerte, dejando caer sus lágrimas sobre el lugar donde yacía su cuerpo encogido.


martes, 11 de mayo de 2010

Dream On.


Me moví entre la niebla como cada vez que visitaba aquel lugar. Despacio, como si mi peso si hubiera multiplicado. Aquel lugar, universo paralelo a la realidad, no tenía secretos para mí. Caminé por una calle gris, parecida a la que llevaba al colegio donde iba cuando era niña, pero totalmente diferente. Para alguien como yo, era fácil apreciar que se trataba de un sueño. La espesa niebla lo cubría todo a ambos lados, y sólo existía un camino: el que seguía hacia delante. Los bancos de madera aguantaban la respiración, y las rejas negras parecían más altas que nunca. Dejé todas las pesadillas a mi izquierda, pesadillas recurrentes que exhibían cuerpos mutilados, habitaciones pequeñas y una gran mariposa gris con las alas destrozadas, devorando un corazón roto. Cerré los ojos con fuerza y giré a la derecha, donde se agolpaban, impacientes, mis sueños, mis pequeños recuerdos.
Paseé largo tiempo entre aquellas sonrisas sinceras, buscando con cuidado el recuerdo que quería revivir.
Los sueños más atrevidos me hacían cosquillas, balanceándome entre estrellas azules que anhelaban mi presencia. Fueron ellas las que me llevaron hasta ti.
Me sumergí de cabeza en el enorme lago, y volví a sentir tu presencia, envolviéndome con fuerza. Como siempre, me dejé llevar por el recuerdo, que tiraba de mí.

-Te daré las gracias por ser como eres, y por quererme tanto como lo haces.
-No tienes que darme las gracias por eso. Tú lo haces mejor.
-Tú lo haces mucho mejor.
-Eso es mentira y lo sabes. Tú eres el mejor queriéndome. Eres el mejor queriendo a otra persona.
-Espero que NUNCA se te olvide que esa otra persona eres tú.
-Nunca se me olvida. Si se me olvidara, moriría.
-Haré que no se te olvide. SIEMPRE estaré a tu lado recordándotelo.

Apreté el círculo de plata y volví a la realidad. Dejé caer el colgante, ahora frío, sobre mi pecho, e intenté borrar aquel brillo delatador en mis ojos.
Mi habitación estaba tranquila, como la dejé. Es escritorio de madera brillaba en contacto con la tenue luz, y la puerta blanca seguía cerrada.
Descubrí algo nuevo: había un sobre negro tirado en el suelo, junto a la puerta. Un sobre lleno de lágrimas.

sábado, 8 de mayo de 2010

Premio.


Otorgado por Marina, de Corazón de Papel y por Soñadora Empedernida, de El pequeño desván de los sueños rotos.


Reglas del premio:


1. Agradecer a quien te lo dio:


Gracias a las dos. Vuestras historias son geniales, como las personas que las escriben, que quizá no se dan cuenta de lo mucho que comparten con nosotros. Muchas gracias. Un corazón lleno de sueños :)


2. ¿Por qué te gustan sus historias?


Marina comparte conmigo recuerdos teñidos de dolor, y consigue emocionarme con sus historias, tan reales como la vida misma. Me gusta sacarle el lado positivo a todo lo que leo, e intento que siga adelante con una sonrisa, a pesar de ese pasado tan duro. Gracias.


Soñadora Empedernida, solo con ese nombre, me siento identificada con ella. Me gustan sus historias porque algunas me recuerdan a mí misma, y las demás me atraen con fuerza y me atrapan en sus palabras. Son realmente geniales. Gracias.


3. ¿Qué te llevó a escribir tu historia?


La razón más importante fue la de escapar un poco de la realidad. Me ha gustado escribir desde siempre, pero fue una amiga, Liss, la que me empujó a crear mi propio blog. Me gusta leer las historias de otros, y compartir las mías con los demás. Sus comentarios son muy importantes para mí, me animan y son los que hacen que intente mejorar más y más.

Al escribir, puedes ser quién quieras, y vivir mil aventuras. Es la mejor forma de sentirse libre.


4. Pasárselo a 5 blogs:


-Sweet&Sour. Gracias a ella estoy aquí. Sus historias me encantan; ella es capaz de crear mundos increíbles con solo unas palabras. Tengo mucho que aprender de ella.


-Adiós, Dulcinea. Escribe historias realmente geniales, y consigue trasladarme a otro tiempo, a otra ciudad. Aunque parezca un ser melancólico, en sus historias siempre vence el amor, y todas ellas son preciosas. Espero impaciente su próxima historia.


-Druida de noche. Me cautivó desde el primer momento. Con muy pocas palabras puede hacerte sentir mil emociones, siempre mágicas. Es uno de los mejores.


-Mi vida en palabras. Sus palabras complementan la mía. Me hace ver las cosas desde otro punto de vista, y consigue atraparme en su papel blanco.


-Y si algún día?. Sus historias son geniales. Divertidas, insolentes, diferentes. Escribe cosas que los demás pasamos por alto.


Gracias también a todos los que me seguís :)

domingo, 2 de mayo de 2010

Felicidades, Alex.

La conocí un mes de… ¿Marzo? Los primeros meses del pasado año se agolpan en mi memoria y no consigo separarlos. Sí, creo que fue Marzo. Fue el principio de comienzo. Había oído hablar muchísimo de Alex. Era una chica alta, morena, con pequeñas pecas dibujadas con cariño en una cara con forma de lágrima. Cuando la conocí, sus ojos oscuros denotaban tranquilidad, achicados por su gran sonrisa.
Raquel nos presentó. Llevaba semanas hablándonos de aquella chica. Se habían conocido de un modo extraño, pero aún así no tardaron en formar parte la una de la otra, confiándose secretos pequeños y grandes, y construyendo poco a poco la base de una amistad inquebrantable que duraría para siempre.
En ese momento yo no sabía nada de eso. De camino al local donde se celebraría la fiesta la observé con disimulo. Llevaba una camisa blanca sobre unos pantalones grises, y unas botas altas, a juego con la chaqueta de cuero.
Me pareció guapísima e incluso me intimidó un poco. ¿Cuál sería su primera impresión sobre mí?
Entramos al pequeño bar y llegó el momento de la presentación. Cuando me acerqué a ella para darle dos besos, tropecé con una baldosa del suelo roto. Alex me sujetó del brazo y me sonrió. Seguramente por mi cara sonrojada por la vergüenza. Nunca olvidaré aquel pequeño detalle.
Mentiría si dijera que la fiesta me gustó. La música era horrible y había demasiada gente que no conocía. El local, demasiado pequeño, estaba hasta arriba. Y lo peor de todo: sólo podíamos consumir dos bebidas. A pesar de todas esas cosas, fue un día para recordar, y todo por ella.
Alex conocía a más gente que yo, e iba y venía entre varios grupos.
-¿Qué os ha parecido?- dijo Raquel.
-Parece muy simpática.
Vic asintió, de acuerdo conmigo. No teníamos ni idea de lo mucho que nos uniríamos a aquella chica alta y delgada que nos sonreía tímidamente.
Alex ha sido la única persona con la que me he mostrado tal y como soy desde le principio. No sé qué me llevó a hacerlo. Tal vez fue el ambiente, o el destino. Quizá fue casualidad.
Sentía que con ella podía reírme y bailar como una loca, soltando lo primero que me viniera a la cabeza, como siempre. Solía darme miedo ser yo misma con un desconocido. Tenía miedo del “que dirán” y me importaba demasiado la opinión del resto.
Con Alex fue diferente. No se asustó de mis locuras, ni me miró con mala cara. Se reía muchísimo conmigo.
Al acabar la noche, había pasado de ser una desconocida a una chica genial.
Pasó el tiempo y quedamos todas juntas unas cuantas veces. Los viernes se convirtieron en nuestro día de cuatro. Cuatro chicas totalmente diferentes, con muchísimo que compartir. Cuatro chicas con un futuro compartido.
Que Alex fuera a otro instituto nunca fue un problema. Nuestra amistad creció y creció, y en unos meses, éramos inseparables. Llegó el verano, el mejor verano de nuestras vidas. Recuerdo perfectamente cada tarde de calor asfixiante, que dejaba de serlo cuando estábamos juntas. Noches de madrugadas infinitas, tiradas en cualquier banco de piedra, contando estrellas en aquel cielo que tantas veces nos vio perder la cabeza. Tardes de jugar a las cartas, o de tomar un helado en nuestra mesa de siempre.
Fueron tantas las veces que pensé “Soy muy afortunada de tenerlas conmigo.” Tuvimos que separarnos durante un mes y medio, ya que cada una veraneaba en un lugar distinto. No supuso ningún impedimento para nosotras, que seguimos manteniendo el contacto.
A la vuelta del verano todo seguía igual. “Permaneceremos juntas” prometimos.
Superamos todos los problemas con los que la vida castigó nuestras imprudencias adolescentes, y forjamos dos letras de hierro alrededor de nuestra amistad, irrompible y eterna.
Hoy, Alex cumple 16 años. Sólo la conozco desde hace poco más de un año, pero es como si siempre hubiera estado ahí.
Es una de las pocas personas que considero esenciales e imprescindibles para mí. Sin ella, no habría podido llegar hasta aquí. ¿Qué habría hecho yo sin sus ánimos, sus consejos, sus críticas y sus miedos? Ella forma parte de lo que yo soy hoy.
Alex ha sido una de las personas que más me han animado en esto de escribir. Sé que sigue fielmente este blog, y espero que le guste esta pequeña entrada. Pequeña porque ella se merece más. Aún así, espero haberla hecho bien: es uno de mis regalos.
Felicidades, Alex. Puedo asegurarte que estaré a tu lado en este y en todos los cumpleaños que te quedan por celebrar, viviendo cada momento contigo. Juntas, como hasta ahora, disfrutando en silencio un trocito de nuestra eternidad.