"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

lunes, 2 de julio de 2012

Soledad

Los comienzos ya marcan un final. repentino, tardío, quizá inesperado.
Yo no sabía nada de arte. Nada. Pero sabía que la chica del cuadro se sentía sola.
Tenía la espalda curvada y los hombros caídos. Miraba un pedazo de papel amarillento que, al principio, creí que era un libro.
El desorden, aunque moderado, de la habitación revelaba que acababa de deshacer la maleta. Quizá acababa de llegar a la habitación.
Como leyendo mis pensamientos, Sarah intervino:
-Quizá se dispone a marcharse.
Hopper nos permitía imaginar las razones de aquella chica para permanecer sentada en la cama con la mirada fija en la nota. Por mucho que me acerqué al cuadro, no parecía haber nada escrito en el pedazo de papel.
-Estaba esperando a alguien, pero no se ha presentado.
Yo, en cambio, me decantaba por otra opción; la chica se disponía a escribir una carta. Casi podía ver cómo las palabras la atormentaban desde lo más profundo de su mente joven. Si unos cirujanos abrieran su pecho, no encontrarían más que interrogaciones arrugadas.
Me identificaba con ella hasta el punto de que me entraron ganas de descolgar el enorme marco y salir corriendo. Sinceramente, me moría de ganas de hacer alguna estupidez, pero aquélla habría sido demasiado.
Me gustaría poder decir que había sentido un golpe súbito y fuerte que me había hecho comprenderlo todo como si fuera un sencillo acertijo. Pero seguía preguntándome cómo había llegado hasta allí, hasta aquella sala de un famoso museo en el corazón de la gran ciudad.
Habría dado cualquier cosa por convertirme en óleo y traspasar el lienzo para abrazar a la chica triste. La habría besado en la mejilla y le habría sonreído con la misma tristeza que reflejaban sus ojos distantes. Habríamos dejado de estar solas.

Cuando volvíamos a casa, yo pensaba en las palabras que podría haber escrito y que se habían resbalado hasta el infinito. Recordé la ilusión con la que esperaba la llegada del verano y los cristales rotos que había bajo mis pies, eso que debía evitar constantemente y que a veces me cortaban con suavidad.Pensé en el chico que conocía el lenguaje de los números y en la chica de la bola de cristal.

Desde su sala, ya vacía, la joven había dejado de ver la nota en blanco. En su quietud suspiraba y pensaba cuánto podían cambiar las cosas. No podía planear nada, por mucho que la incertidumbre la oprimiera con fuerza hasta humedecer sus ojos. No podía. Sólo le quedaba esperar, adaptarse y aferrarse con fuerza a los cambios positivos que pudieran desencadenarse en una fresca noche de verano, bajo las estrellas.

4 comentarios:

  1. ¿que es sin comentarios?

    Me aparece una alternativa interesante.

    ¿Hay que tener nombre?

    Yo si veo mi nick en la ventana publicar como...

    ¿ Cual es tu nombre?

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    Respuestas
    1. Hola :) no sé por qué, ahora sale así, en vez de poner "0 comentarios".
      Cualquiera puede comentar; mi nombre es Ellen, encantada :)

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  2. Encantada, impactante entrada.

    Saludos, Ellen.

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  3. He vuelto a relerla.

    Y a ver si me aclaro con las fechas porque estoy hecha un lío.

    Un saludo.

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Empaña las paredes de mi palacio con tu voz, y escribe en el cristal tu nombre :)