"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Los primeros rayos de luz se abrieron paso a través de la ventana azul hasta los ojos cerrados de Gema, despertándola. Se incorporó despacio, pero pareció recordar algo que le hizo ponerse en pie de repente. Se asomó a la ventana y suspiró de alivio al divisar el viejo barquito que se acercaba lentamente al pequeño puerto. Se despojó del camisón celeste y se cubrió con un volátil vestido blanco. No cerró la puerta tras ella ni se calzó los zapatos. Bajó corriendo por las estrechas calles de piedra, mirando hacia el puerto, buscando con desesperación el pequeño barco de color de nube. Llevaba el pelo suelto, y tanto su aspecto enmarañado como su vestido blanco le dieron cierto aire fantasmagórico, por lo que no fue nada extraño que los somnolientos pueblerinos aseguraran, más tarde, haber visto un espíritu volando frente a su ventana.
Llegó al muelle sin aliento, con los pies sucios y una gran sonrisa, y allí la esperaba Álvaro, que acababa de llegar en el viejo barco de su abuelo. Gema saltó a sus brazos, sin darle tiempo a saludar.
-¡Álvaro, te he echado de menos!
Un gracioso hoyuelo se dibujó en la mejilla del joven cuando una dulse sonrisa cruzó su cara morena.
-Pero si estuvimos juntos anoche.
-¡Calla! Me he sentido muy sola. Mis padres no están y no tenía a nadie con quien hablar.
-¿Has hablado con él?
Gema dejó de sonreír por un momento, y Álvaro advirtió las sombras rosadas que rodeaban sus ojos hinchados.
-Sí...
-¿Gema?
-Sí, pero no quiero hablar de eso. ¿Cómo va el barco? ¿Me llevarás a dar una vuelta?
Álvaro se dio por vencido, no había quien la entendiese. Con las manos en la cintura se giró y admiró la pequeña embarcación.
-Genial. Mañana dicen que va a llover, pero el sábado te llevaré a una cala muy bonita que descubrí ayer por la tarde; podríamos llevarnos la comida y hacer un picnic.
-¡Sí!
Gema volvió a sonreír con fuerza, y bailó como una niña pequeña alrededor de Álvaro. Cuando desahogó su alegría se sentó en el muelle, invitándole a que hiciera lo mismo.
-A pesar de todo, te veo contenta.
Ella desvió la mirada, perdiéndose en el horizonte azulado, y asintió con pesar.
-No voy a dejar que unas cuantas peleas me estropeen las vacaciones de verano.
-No entiendo a qué vienen tantas peleas.- suspiró él.
-Todo es por culpa de la distancia. Es muy difícil estar así, estamos acostumbrados a estar siempre juntos y...
Su blanca sonrisa se escondió de nuevo, y sus ojos se llenaron del agua salada que habían tomado del mar.
Álvaro besó con dulzura su nariz y la abrazó como un hermano mayor.
-Falta poco para que os volváis a ver.- dijo con voz extraña.
"Ése es el problema" pensó Gema. Últimamente se sentía muy confusa y asustada. Miró a Álvaro a los ojos y sintió un cosquilleo en la punta de la nariz, donde la había besado.
-Tienes la piel de gallina, ¿tienes frío?
No le dio tiempo a responder. Se quitó la chaqueta fina y la acomodó en sus hombros delgados.
El olor a Álvaro la llenó de esa sensación de culpabilidad que últimamente la acompañaba y que revolvía sus pensamientos, tornando dudosos sus sentimientos. ¿Qué pensarían si lo supieran? Se sentía vacía... Volvió a perderse en el mar, que estaba demasiado tranquilo, como a la espera de que algo ocurriese.
"Es la calma que precede a la tormenta."

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