"Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt" Goethe.
De la más alta euforia a la más profunda aflicción.

miércoles, 11 de julio de 2012

The Jeweller

Los dedos de Mónica repiqueteaban contra la ventana del carruaje. A su izquierda aún era de día, pero en el lado oriental las oscuras montañas se recortaban contra el atardecer cobrizo, anunciando el nacimiento de una nueva noche. Llegaron a la pequeña ciudad, en cuyo puerto se situaba, en lo alto, “The Jeweller”. La posada era conocida en todo el país y en ella se reunían personajes de todas las clases sociales; ladrones, prostitutas, artistas, viajeros, marqueses, artesanos y damas.

Tras reservar una modesta habitación, Mónica cambió su cómodo vestido de viaje por otro más adecuado para la ocasión. Se cepilló el cabello repetidas veces hasta que quedó totalmente liso y brillante y pellizcó con delicadeza sus mejillas. No tenía hambre, así que se dirigió directamente hacia las mesas situadas frente al pequeño escenario. Pidió una bebida suave y esperó a que fueran llegando más personas, que comentaban las últimas novedades. Todos hablaban de él. Mónica no lo había visto nunca, pero había oído todo tipo de historias acerca de Mark. Durante los últimos meses había sido el protagonista de sus sueños, en los que siempre aparecía enmascarado, y por fin, aquella noche, dejaría de ser un extraño para ella. Los minutos se deslizaban con lentitud y tuvo que contenerse para no quitarse los guantes de seda y morderse las uñas. ¿Habría hecho bien en ir hasta allí? Cuando todas las mesas quedaron ocupadas, el camarero apagó algunas lámparas, quedando el escenario mucho más iluminado que la parte que ocupaba el impaciente público. El dueño de la posada dirigió unas palabras a los espectadores, explicando que el primer y único artista de aquella noche sería el joven Mark. Éste apareció segundos después, con una funda negra colgada de la espalda. No era como ella lo había imaginado. Era más alto, más joven. Vestía una camisa clara de lino y unos pantalones ajustados tan negros como su pelo. Su semblante era serio, intimidante. Mónica sintió un escalofrío, pero no fue la única. Muchas mujeres lo miraban, hechizadas, desde diferentes puntos de la semioscuridad que las protegía. Sabedor de ello, Mark se recostó contra la butaca de madera y, tras sacar a su único compañero permanente, su laúd, de su funda, paseó su mirada triste por el público. Sus ojos se detuvieron en los de Mónica y no dejaron de quemarle mientras duró la música. Aquella noche, en “The Jeweller”, Mark interpretó diez canciones. Algunas eran de carácter popular, otras, menos conocidas y las cuatro últimas las había compuesto él.

¿Qué tienen los músicos que vuelve loca a la doncella más inocente? Ese algo que nos lleva a envidiar a sus instrumentos, haciendo que deseemos ser nosotras el objeto de su dedicación. Querríamos que sus dedos corretearan por nuestro cuerpo en lugar de acariciar las cuerdas, mostrarles los dulces sonidos que nuestra garganta es capaz de emitir. Querríamos ser música en sus manos y, una noche de verano, convertirnos en notas musicales que tiemblan en el aire antes de desaparecer para siempre.

Mónica tampoco apartó los ojos de Mark, el músico que la había hechizado en la distancia y que ahora la atraía con tanta fuerza que apenas podía respirar con normalidad. ¿Por qué, de entre todas, la miraba sólo a ella? La gente comenzó a cuchichear, pero ni siquiera le importó. Su pulgar dejó de buscar el anillo que solía abrazar su dedo anular y cuya ausencia todavía sentía. Allí sentada, con los pensamientos y la vista clavados en el autor de la sensación que la envolvía, Mónica sintió cómo todas su heridas se cerraban lentamente. El pasado desaparecía, así como el futuro. Las dudas, el miedo, la hipocresía. Se sentía libre, ligera y, sobre todo, viva. Era imposible no sentirse así cuando su corazón retumbaba cada vez con más fuerza, ahogando a la razón, recordándole que estaba allí. La música de Mark se clavaba en ella y le abría los ojos a un nuevo mundo de promesas indecentes que habían acabado con la honra de muchas jóvenes. Las brasas que bostezaban en su interior se convirtieron en llamas cuando comenzó a imaginárselo. Mark arrancó al laúd las últimas estrofas y una cálida sensación recorrió su nuca, propagándose por toda su cara, del color de las fresas maduras. Un escalofrío siguió a otro. Había llegado el momento.

Mark bebía en la barra, apartado de todos. A una distancia razonable, grupitos de chicas lo miraban y reían juntas. Mónica dudó pero inmediatamente volvió a sentir su mirada penetrante. La sentía incluso entonces, de espaldas a él y con los ojos cerrados. “La curiosidad mató al gato”, pero todo el mundo sabe que los felinos tienen siete vidas y ella estaba dispuesta a perder unas cuantas por aquella sensación que la oprimía con urgencia. Se acercó a él y pagó al camarero. Al marcharse dejó uno de sus guantes junto a Mark, señal de que aceptaba. Como si lo hubiera estado esperando, él tomó el guante y se dirigió hacia sus habitaciones, en el segundo piso. La suya era la puerta más alejada, de resistente roble. El otro guante, que cubría su mano, era la llave de aquella puerta. La llave de la locura y de la libertad. Simbolizaba el inicio de una nueva vida, suya, sólo suya.

3 comentarios:

  1. Pués si que escribes bien , euforia.

    Enhorabuena por tus relatos.

    Ya los seguiré leyendo..., la verdad es que da mucho de mi tu increible imaginación, enhorabuena verdad.

    En el fondo es como si se presintiera un final triste..., pero no sé, no sé...

    Reconozco que enganchan " tus relatos".

    Besos.

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  2. Curiosidad: si hoy es 12 de julio,¿ por qué pone en la entrada dia 17 de julio?

    Simple curiosidad. Creo que me estoy liendo un poco con las fechas.

    A he visto la errata en mi comentario anterior " da mucho de sí" tu increible imaginación, !!que suerte escribir así¡¡

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  3. Siempre vuelvo aquí, a este blog escondido y trasnparente, como un refugio, una esperanza y un pequeño rincón de paz.

    Saludos , euforia.

    Y también un abrazo.

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Empaña las paredes de mi palacio con tu voz, y escribe en el cristal tu nombre :)